En la casa de la Rioja del
IDIPRON trabajamos con jóvenes de 18 a 28 años en situación de calle y
vulnerabilidad en el centro de Bogotá. Desde hace varios meses con un equipo de
compañerxs intentamos pensar la Reducción de Daño como alternativa terapéutica
y de inclusión social. La casa tiene un promedio semanal de 120 jóvenes
internos. Muchos vienen del desplazamiento del Bronx. El año pasado se hizo un
manual de convivencia fue un trabajo colectivo por pequeños grupos que dio
algunas luces de la situación relacional de la casa, compleja y violenta, pero
mostró al mismo tiempo que es un oasis en medio de la guerra de la calle en
estos tiempos grises de desalojos y persecución.
Decidimos avanzar en la
flexibilización de algunas normas y abrir espacios para actividades de
mejoramiento de auto cuidado, reducción de consumo, trabajo en temas que
producen angustia, búsqueda de alternativas de sustentamiento y promoción de
talentos y habilidades. Ha sido una aventura difícil que me cuestiona
insistentemente por el ¿qué hacer? para construir paz y reconciliación en estos
territorios urbanos hostiles. Del trabajo de estos meses hemos aprendido que
hay muchas situaciones que hacen densa la labor de atención, cuidado y
acompañamiento.
La salud es uno de los aspectos más complejos
y que generan sufrimiento y daños secundarios graves, tenemos problemas muy
serios con las EPS-S que deben cubrir las necesidades de los jóvenes, por lo
que hay muchos diagnósticos de situaciones crónicas que no se atienden y que se
van normalizando con el paso de los meses, cuando después de interminables
filas y fotocopias no son atendidos o se suspenden los tratamientos, deja de
quejarse y aprenden a vivir con la situación y solo vuelven a quejarse cuando
aparece algún episodio agudo que recuerda que hay problemas.
La problemática de salud oral es grave y motivo de un sufrimiento muy
severo, las EPS-S son deficientes y con limitaciones de recursos. Son
frecuentes las cordales incluidas, el POS contempla su extracción, pero no
cubre la radiografía panorámica que los especialistas piden para hacer la
intervención. No hay continuidad en el manejo de los casos, igualmente una vez
pasa la fase crítica, no vuelven para continuar los procesos.
En salud mental la situación es
muy compleja. Está enmarcada por la falta de futuro, se vive el día a día. Hay
situaciones traumáticas y duelos sin resolver lo que genera violencia, depresión
y desesperanza. El consumo es un paliativo que ayuda a manejar la ansiedad y la
depresión. Son ciento veinte Jóvenes con historias de violencias,
desplazamiento, ilegalidad, fragilidad en sus redes de apoyo. La mayoría son
poli-consumidores de SPA, las sustancias más problemáticas son el bazuco, el
pegante y las pepas. La más consumida es la marihuana seguida por las bebidas
alcohólicas (predomina el consumo de alcohol de 90 grados mezclado con gaseosa).
En los últimos años se ha incrementado el consumo de pastillas
(tranquilizantes, antidepresivos, benzodiacerpinas, éxtasis)
Hemos estado tratando de
“conversar” sobre perseguir menos la marihuana, mejorar la interacción
cotidiana alrededor de las necesidades básicas, (dormitorios, comedor, baños) y
de introducir acciones para fortalecer el autocuidado y la educación básica. No
es fácil conversar sobre la regulación del consumo de marihuana. Para algunos
miembros del equipo de trabajo esto significa ir en contra la premisa básica
del tratamiento –En problemas de drogas
la única salida es la abstinencia- La
Reducción de daños en La Rioja, nos invita a pensar en otras formas de
acercarnos y relacionarnos con el fenómeno del consumo con jóvenes en situación
de marginalidad grave.